La cumbre de Río modifico la idea
occidental sobre la selva amazónica y sus habitantes, cambiando su
imagen, ahora será el pulmón del planeta, la reserva de
biodiversidad. Esta visión tiene fundamentos. A pesar de que la
naturaleza amazónica es realmente “muy poco natural”, ya que
puede considerarse como producto cultural de una manipulación muy
antigua de la fauna y la flora.
Las poblaciones indígenas de Amazonía
y Guyanas aplicaron estrategias de usos de recursos lo que produjo
transformaciones en el entorno, pero NO es sus principios de
funcionamiento y condiciones de reproducción.
Se propone que en amazonía (a
diferencia de los primeros estudios ecológicos) la arquitectura
interna de los grupos, serian el reflejo y el producto de la
adaptación ecológica compleja, en donde las creencias religiosas, y
la mitología debería considerarse como un saber ecológico
transpuesto.
A diferencia del dualismo
Naturaleza/Cultura, las cosmologías amazónicas despliegan una
escala de seres en la que las diferencias entre hombres, plantas y
animales son de GRADO y no de naturaleza.
Para los Achuar
por ejemplo, plantas y animales poseen wakan (alma), lo
que les confiere conciencia reflexiva e intencionalidad, pudiendo
expresar sus emociones e intercambiar mensajes con otros seres con
wakan. El ser humano por su parte posee encantamientos mágicos sobre
sus congéneres, plantas, animales, espíritus y artefactos. Los
conocimientos técnicos son indisociables de la capacidad para crear
un medio intersubjetivo en el que se amplían unas relaciones
reguladas de persona a persona.
Los seres de la naturaleza son
tratados como compañeros sociales. Lo que nosotros llamamos
naturaleza es aquí objeto de una relación social, convirtiéndose
en algo verdaderamente domestico.
Es un CONTINUUM en donde se mezclan
humanos y no humanos, pero no incluyen todos los elementos del
entorno, algunos no tienen alma propia, no se comunican con nadie:
insectos, peces, hierbas, musgos, helechos, guijarros, ríos que
permanecen en el exterior de la esfera social y del juego de la
intersubjetividad. ¿Es legítimo seguir empleando el concepto
“naturaleza” para designar ese último segmento del mundo, que
para los Achuar es mucho más restringido que el nuestro?
En el caso Makuna,
caracterizan a humanos, plantas y animales como “gentes” (masa)
sus atributos son idénticos (mortalidad, vida social, ceremonial,
intencionalidad, conocimiento). En este caso se trata a las presas
como un potencial cónyuge más que como un cuñado.
En las regiones forestales de tierras
bajas de America del Sur se encuentran muchas cosmologías análogas.
Estas no establecen ninguna distinción especial tajante entre
humanos y animales o vestales, en donde las entidades que pueblan el
mundo están unidas por un basto continuum. En donde las
características atribuidas a estas entidades dependen de su régimen
alimentario.
La identidad de los humanos, plantas,
animales es completamente relacional, por lo que esta sujeta a
metamorfosis según los puntos de vista que se adopten. Es un
hiperrelativismo perceptivo, lo que pone a las cosmologías
amazónicas en un punto de vista no antropocéntrico (en el sentido
de que no hay una especie dominante sobre las demás).
Esta concepción, ¿seria una
consecuencia del entorno? Los ecólogos dirán que la selva tropical
es un sistema generalizado, en donde hay una enorme diversidad de la
que los indígenas no habrían podido disociarse, por no poder
discernir detrás de esa diversidad las manifestaciones singulares de
la naturaleza (su profunda unidad). Pero existen cosmologías
parecidas en entornos totalmente diferentes, como el caso de Canadá,
los que explotan un sistema mas uniforme. Aquí a pesar de la
homogeneidad de su sistema ecológico, no lo consideran como opuesto
a la vida social. Las diferencias con los animales son meramente
físicas.
Es erróneo ver en la humanización de
los animales un juego mental. Se genera un vínculo de amistad entre
el cazador y una especie.
Es así como tanto en Amazonía, como
en la región subática se concibe al entorno como una densa red de
interrelaciones regida por principios de no distinción.
Al intentar calificar estos sistemas,
no se puede dejar de recordar el animismo, en tanto la
creencia en seres naturales con alma generaría relaciones: de
protección, seducción, hostilidad, alianza o intercambio de
servicios. Levi-Strauss dirá que el totemismo no es más que una
lógica clasificatoria que utiliza discontinuidades empíricamente
observables entre las especies, para organizar las unidades sociales.
Plantas y animales ofrecerían al pensamiento clasificatorio un punto
de apoyo. La contribución de L-S hizo que se olvidara que la
objetivación de los no humanos por los humano podía concebirse de
otro modo que no fuera mediante un dispositivo clasificatorio. El
animismo es también una forma de objetivación social de las
entidades que denominamos naturales.
Es así como el animismo puede ser
visto, no como un sistema de clasificación de plantas y animales,
sino como uno de categorización de tipos de relaciones que los
humanos mantienen con los no humanos. Estos sistemas de sirven de
categorías elementales que estructuran la vida social para ordenar
conceptualmente las relaciones de los hombres con las especies vivas.
En los sistemas totémicos los humanos no humanos son como signos,
y en los anímicos como el término de una relación.
Para Descola animismo y totemismo son
modos de identificación, formas de definir las fronteras propias y
ajenas.
El naturalismo necesita un lugar de
orde4n y de necesidad en que nada ocurre sin una causa, es la
dualidad de las cosmologías occidentales desde platón y
Aristóteles. Este modo se ha naturalizado, estructurando nuestra
epistemología y la percepción de otros modos de identificación, de
modo que el animismo y el totemismo se presentan como
representaciones interesantes, pero falsas. Si se hace una
abstracción de esto, se puede observar que otras culturas prefieren
optar por categorías más globalizadores como criterios de
humanidad.
Descola crítica al relativismo en el
sentido de que, a pesar de todas las proclamas relativistas, resulta
imposible escapar del etnocentrismo (en el cual nosotros tenemos la
definición de naturaleza a partir de la cual medimos a las de las
otras culturas), y sigue sin ser explicada la causa misma de las
diferencias en las conceptualizaciones del ambiente.
El autor propone un punto de partida
para hallar las estructuras de organización que construyen
representaciones del mundo físico y social, y tiene que ver con que
en todas las conceptualizaciones hay un referencial antropocéntrico.
La objetivación de los no humanos no puede disociarse de la
objetivación de los humanos, en ambos procesos se definen los
conceptos de uno mismo y de los demás, se trazan fronteras,
identidades.
Para salir de el debate estéril
universalismo/relativismo; naturaleza/cultura, se debe ir mas allá
del dualismo, hacia una antropología monista dejando de tratar a la
sociedad y la cultura como sustancias autónomas e instancias
causales. De este modo se abriría una nueva comprensión ecológica
de la constitución de las entidades individuales y colectivas.
Entidades que solo poseen un sentido y una identidad a través de
relaciones que las instituyen como tales. Un antropólogo no
dualista, dirá Descola, debería fijarse como campo de estudio el
proceso de actualización, y las circunstancias y contextos que lo
hacen posible.
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